‘Fracasa otra vez, fracasa mejor.’
Samuel Beckett
No tengo nada en contra de las
personas que se valen de manuales o de cualquier medio a su alcance para
mejorar sus vidas. Cada cual obedece a la obligación moral de mirar por sí
mismo, por su salud y bienestar. Si se busca el amor eterno del universo y este
se halla en un texto escrito por un psicomago iluminado y argentino, pues el
lector habrá de ir a por él. Pero pensando en los denominados libros de
autoayuda, razono: si son de ‘autoayuda’, ¿no incurren en una contradicción? Si
alguien se tiene que apoyar en las palabras o consejos de un tercero ya no se
está autoayudando. Autoayudarse, como el propio término indica, es ayudarse a y
por uno mismo, sin recurrir a la intervención de un gurú, de un técnico, de un
psicoanalista o de un psicomago.
Los libros de autoayuda no son
nada nuevo, a pesar de que el complejo siglo XX los pusiera de moda, haciendo
de algunos de ellos verdaderos bestsellers. Hacia el siglo VII antes de Cristo
ya Hesíodo escribió Los trabajos y los
días, un compendio de consejos, prescripciones de todo tipo y proverbios. Hay libros que sin enmascararse en el formato
del manual de psicología o superación, han sido leídos por millones de personas
con gran valor terapéutico. Se me ocurren La
Biblia o El principito.
Sin desviarme del tema, mi
reticencia hacia los libros de autoayuda consiste en que considero la vida tan
hermosa en su fragilidad y capacidad de sorprendernos que una guía –entendida
como manual de instrucciones- me resulta del todo inútil y redundante. Si hemos venido al mundo sin manual por algo
será. Si fuésemos a vivir varias vidas, aprenderíamos de las previas. Cada vida
sería más aburrida y previsible que la anterior, pero acumularíamos un bagaje.
Evolucionaríamos hacia una perfecta
monotonía de la superación. Pero como solo vivimos una vez, ¿no es más intenso
adentrarse en la maraña del futuro sin brújula, aprendiendo de nuestros propios
errores, fracasando, asistiendo al milagro de estar aquí sin tener que recurrir
a la mirada supervisora de un supuesto experto? Hay un dicho muy común que
reza: ‘Nadie nace enseñado.’ Pues
eso, la vida es un aprendizaje en sí misma y no creo yo que tenga que venir
otro a explicarnos qué hacer y cuándo.
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