Publicado en QUIMERA ABRIL 2016
‘El sueño es una segunda vida.’
Gérard de Nerval
El sueño, desde la Antigüedad, ha
sido motivo literario. En La odisea, La
Ilíada o La Biblia los sueños
suelen tener un carácter profético, también simbólico; a veces, sirven como
mensaje, consuelo o simplemente para que los dioses influyan en la vida de los
mortales. Es en el Siglo de Oro –recordemos La
vida es sueño, de Calderón o en A
Midsummer Night's Dream, de Shakespeare- cuando el sueño ya es motivo
principal y performativo del tejido narrativo. Luego, con los Románticos
decimonónicos, inclinados a cuestionar lo racional y a tratar de hacer que lo
onírico y lo mágico fuese considerado parte de la propia realidad, será cuando
los sueños entren de lleno en el mundo de la literatura y las artes.
Posteriormente, los Surrealistas, bajo el influjo de las doctrinas de Freud,
entenderían que el sueño es una parte más para enriquecer la experiencia y
fuente de conocimiento.
Imposible
sería detallar todas las obras literarias que se han ocupado del sueño, que han
utilizado la trama onírica para establecer un relato o un argumento novelesco o
poético. En estas líneas, no obstante, quisiera recordar algunas lecturas en
las que el sueño es doble o está vertebrado por una dualidad. Sería este un
subgénero literario en el que el sueño es compartido por dos seres, es dual o
se presenta dividido en dos tiempos o espacios bien diferenciados.
Borges, el
escritor que más horas de vigilia dedicó, paradójicamente, a explorar el sueño
como una de las ramas de la literatura fantástica, compuso un libro sobre los
mismos. En Libro de sueños -profuso,
bello e interesante catálogo de ejemplos oníricos de varios autores-
encontramos aquella famosa y breve anécdota del sueño de Chuang Tse y la
mariposa. Chuang Tse soñó que era una mariposa y al despertar no sabía si era
una mariposa que soñaba ser Chaung Tse, o Chuang Tse que soñaba que era una
mariposa. Esta narración de urdimbre filosófica refleja con gran economía toda
una concepción del sueño como forma de entender la realidad: ¿vivimos en un
sueño del que habremos de despertar? ¿Estamos siendo soñados por otro? Y si es
así, ¿no es posible que ese otro sea un
sueño nuestro y que por lo tanto estemos atrapados en una red de sueños recíprocos?
Esto es lo que sucede en A través del
espejo, de Lewis Carroll. La niña Alicia, quien sueña toda su aventura, se
encuentra con el Rey Rojo. Y le es revelado que este, a su vez, duerme y sueña
con ella. Así que si este despertara es posible que Alicia se apagara como una
vela. Los dos se sueñan mutuamente.
En el cuento
de Giovanni Papini La última visita del
caballero enfermo el protagonista confiesa no creerse un hombre real: ‘Existo porque hay uno que me sueña, hay uno
que duerme y suena y me ve obrar y vivir y moverme y en este momento sueña que
yo digo todo esto. Cuando ese uno empezó a soñarme, yo empecé a existir; cuando
se despierte cesaré de existir.’
También
Théophile Gautier incide en esa idea de la doble existencia vigilia/sueño. La
muerte enamorada trata de un hombre de dios que al dormir se transforma en
un mujeriego, bebedor y blasfemo. Un demonio vampírico bello y lascivo hará que
el protagonista comparta dos vidas, a mitad de camino del sueño y la realidad.
Hay un relato
de H.G. Wells, menos conocido que sus novelas La máquina del tiempo o La
guerra de los mundos, titulado El
sueño de Armageddon, en el que un hombre sueña ser otro hombre del futuro. Sueña,
de forma continuada y coherente, noche tras noche, que vive una vida en un
tiempo remoto hasta que el sueño llega a su fin y le permite recobrar su vida
normal. Este cuento parece estar presente de algún modo en el argumento de El sueño del otro, de Juan Jacinto Muñoz
Rengel, novela en la que Xavier Arteaga sueña que es André Bodoc, quien sueña
que es Xavier Arteaga, quien sueña ser André Bodoc…
El ya mentado
Borges, en Las ruinas circulares nos
cuenta la extraña historia de un hombre que viaja a un lugar remoto a crear otro
hombre. Finalmente descubrirá que él era el sueño de un tercero. En Ajedrez, Borges aborda este mismo asunto
de un modo más sintético y poético. Concluye el segundo soneto con este
terceto:
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza.
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?
Otro autor
argentino que supo hacer de la dualidad y los sueños el tema principal de
muchos de sus relatos fue Julio Cortázar. Basta recordar, por citar un ejemplo,
La noche boca arriba. Cuento en el que
un joven sufre un accidente de motocicleta y acaba ingresado en un hospital.
Entre los delirios que le acosan comienza a sumirse en una pesadilla demasiado
vívida en la que se encuentra en el pasado, en el mundo precolombino, siendo
perseguido por una tribu que le quiere dar caza. Al final del relato no
sabremos, gracias al juego de intercambios y confusiones al que nos somete
Cortázar, si el pobre indio moteca es víctima de una pesadilla delirante y
futurista, o si el motorista del siglo XX sueña con aquel mundo antiguo. O, si
por el contrario, las dos realidades conviven y son compartidas por una misma
consciencia, por un mismo hombre, y
atestiguadas por un lector desconcertado.
Para acabar,
no dejaré de mencionar una inquietante y soberbia nouvelle del rumano Mircea
Cărtărescu, REM, incluida en Nostalgia. En ella, la narradora relata
una experiencia extraña que le ocurrió siendo niña. En un sueño accedió a un
misterioso lugar y se encontró con un hombre que escribía un relato titulado
REM, y cuya descripción nos permite adivinar que se trata del mismo Cărtărescu.
El propio autor del relato inserto en el sueño de la protagonista, escribiendo
la historia que en ese mismo momento está teniendo lugar. El creador dibujado,
como en un retrato de Rembrandt, dentro del lienzo.
Si la literatura es un sueño,
compartido, dirigido, como decía Borges, es posible que mientras nos sumimos en
las lecturas equívocamente solitarias estemos viajando a un universo en el que
la realidad es un mero espejismo, un reino en el que alguien estará soñando con
nosotros.
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