PUBLICADO EN SUPLEMENTO LIBROS, LA OPINIÓN DE MURCIA EL 21 DE FEBRERO 2015
‘Sería exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me
dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me
justifica.’
J.L. BORGES
En la mitología y folklore
germánicos la visión de tu doble representaba la muerte o era un augurio de
fatalidad. Según escribió el dramaturgo sueco Strindberg, ‘el que ve a su doble es que
va a morir.’
La Literatura, no obstante, ha
sabido absorber esta potente imagen, el
asunto del doble, y la ha convertido en trasunto narrativo, simbólico y
estético.
Quizá es durante el Romanticismo
cuando con más fuerza emerge el tema del doble o del doppelganger. Anteriormente
se puede rastrear en algunas comedias de Plauto (Anfitrión) o de Shakespeare (La
comedia de los errores), quienes juegan a que dos hermanos gemelos e
idénticos sean confundidos, creando así situaciones hilarantes y paradójicas.
No obstante, como decíamos, será
en el Romanticismo cuando el tema del doble suscite mayor interés. No hay que
olvidar, que durante este período, como reacción al exceso de raciocinio que
imponían las filosofías materialistas y positivistas, los escritores comenzaron
a buscar en el mundo interior del ser humano, en lo irracional y en lo onírico.
Es por lo tanto el asunto del
doble una forma de representar la dualidad del ser humano, enfrentar su parte
oscura e indagar en la porosidad de la identidad. Espejos, sombras, espíritus
que se nos parecen, que son nosotros mismos…
Uno de los primeros autores
relevantes que se ocupó del doble fue E.T.A. Hoffmann. En su novela Los elixires del diablo (1815)
encontramos a un protagonista perseguido por su propio doble.
Más adelante, obras emblemáticas como El Horla (1886) de Maupassant o Doctor
Jekyll y Mr. Hyde (1886) comienzan a conformar literaria y estéticamente este
fenómeno. En la célebre nouvelle de Stevenson se puede apreciar la dicotomía
entre el bien y el mal, entre lo racional y lo impulsivo. El doble nos habla de
nuestras propias ambigüedades, de nuestra fragmentaria y contradictoria
personalidad.
En las piezas de Maupassant, el
doble no es tratado como en Stevenson, no supone una dicotomía bien definida de
la personalidad. Por el contrario, sus personajes –como su autor- sufren una
enajenación que les hace distorsionar su realidad. De hecho, en sus últimos
años de vida, Guy de Maupassant sería víctima de visiones, alucinaciones y
manías persecutorias. La locura y la literatura jamás estuvieron tan alineadas
en un mismo hombre.
Más adelante, ya entrados en el
siglo XX, el tema del doble es tratado desde una perspectiva más metaliteraria,
con una sensibilidad distinta, que se aparta del ámbito del terror para formar
parte de la literatura neofantástica. Una literatura con una cosmovisión más
acendrada y que busca explorar asuntos filosóficos o existenciales, expresar la
complejidad del mundo. Como sabemos, autores de la talla de Borges o Cortázar
han empleado el doble en algunos de sus más conocidos relatos.
Borges escribió sobre este tema
en ensayos y poemas. Pero sus obras más relevantes, en las que el tema del
doble es central, son los cuentos El otro
y Veinticinco de agosto, 1983.
En El
otro, un joven Borges tiene un
encuentro con un anciano Borges. El relato se convierte en un diálogo
(monólogo) sobre literatura, arte y vida, en el que el autor argentino se
adentra en su propia conciencia, analiza el paso del tiempo en su discurrir
histórico y experiencial, a la vez que nos regala un magnífico relato sobre la
continuidad de la identidad, la vida y la memoria.
En Veinticinco de agosto, 1983, un Borges se encuentra con el otro
Borges, algo mayor, que pretende suicidarse. Otra vez, el tema de la muerte, la
identidad fracturada y la literatura se alían en una composición extraña y
memorable.
Cortázar también escribió
numerosos relatos en los que el tema del doble está presente. En Lejana, una joven argentina siente la
presencia de una mujer que vive en otro país, que es otra pero que también es
ella misma. Al final, acabarán encontrándose, intercambiando sus identidades. Algo
similar ocurre en el cuento Axolotl,
en el que un hombre que visita en el acuario los ajolotes, terminará
identificándose con los anfibios hasta el extremo de llegar a ser uno de ellos,
encerrado para siempre en la pecera, en el mundo acuático. En otra pieza
titulada La noche boca arriba, Cortázar
nos cuenta la historia de un personaje que tras sufrir un accidente en moto comienza a soñar que es un indio
precolombino. En el transcurso del relato, la alternancia de mundos (siglo
XX/América Precolombina) y estados (sueño/vigilia) provocará una inversión,
acabando el relato con la sorpresa de un indio que soñaba que era un hombre que
tuvo un accidente en moto. Aquí, por supuesto, no podemos dejar de acordarnos
de ese relato de Chuang Tzu en el que un hombre sueña que es una mariposa, que
al despertar no sabe si es una mariposa que sueña ser un hombre.
Muchos son los libros reseñables sobre
este interesante asunto. William Wilson
de Poe; El doble de Dostoievski: una
especie de anticipación de Kafka. Dos
imágenes en un estanque, de Papini, de quien a buen seguro Borges tomó
prestado algún elemento. The jolly corner,
de Henry James, cuento extraño en el que paradójicamente, es un hombre quien
persigue a su fantasmal y pretérito yo, aquel que hubiese sido si hubiese
vivido en otra casa que finalmente abandonó. De la literatura actual,
rescataría un cuento del joven escritor francés Bernard Quiriny. En sus Cuentos carnívoros (2005), la pieza
titulada El episcopado de Argentina,
da una vuelta de tuerca al tema del doble, proponiendo a un solo personaje que
habita en dos cuerpos.
Por supuesto no puede faltar en
mi lista el autor rumano Mircea Cărtărescu, quien en su novela Los gemelos, incluida en Nostalgia (2012), nos propone una visión
del amor, la angustia y la disolución de la identidad, con una prosa y una
creación de atmósferas dignas de uno de los mejores autores de nuestro tiempo.
Como en Lejana de Cortázar, aquí el
doble es producto de una fusión o intercambio de identidades, entre un atormentado
joven y su amada.
El otro, como diría Platón, está en
nosotros mismos. Y quizá, el propio lector, al término de cualquiera de estas
historias duales, convendrá en que su propio yo ha padecido algún cambio y ya
es el otro.
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