A veces el reseñista trata de
imitar, o al menos de captar el espíritu, de la obra que está analizando. Para
que así, en la reseña, el lector reciba una exhalación, un trozo de la obra. En
este caso, ante una novela tan peculiar como Menos joven, de Rubén Martín Giráldez (Cerdanyola del Vallès, 1979),
creo que resultará complicado.
Vayamos por partes.
Cuando avanzas en este libro
titulado Menos joven, lo primero que
te preguntas es, ¿de verdad este libro es Menos
joven? ¿No estaré confundido y leyendo otra novela francesa titulada El peinado de Calígula? ¿No se trata
todo esto de un juego destartalado en el que la lectura, el autor, los editores
y la realidad se confabulan para reírse un poco de (con) nosotros? ¿Una broma
metaliteraria?
Imagino que no han entendido
nada. Me alegro, sigan leyendo la reseña para comprender un poco menos de qué
va este libro.
Es posible que este libro no sea
tal, quizá estamos antes una emisión de radio, un programa dislocado,
surrealista y atroz dedicado a los niños. Una especie de lección cósmica con
apuntes freudianos, diseño de vodevil y ciencia ficción en el que la realidad
queda suspendida en un limbo inaccesible, en el que la sensación de estar atrapados
en un sueño raro, kafkiano se adueñará de nosotros, los incautos ¿radioyentes,
lectores, pringados?
La sesión de este programa
radiofónico en el que se buscan a ídolos para darles muerte está protagonizada
por Bogdano. Él y su caballo parlante irán a la caza asesina de sus ídolos: Kim
Basinger, Roth, Lucía Joyce…
Y el locutor-de-radio-narrador de
este desquiciante programa-libro nos irá informando (en realidad se lo explica
todo a atentos niños, o a muertos, no estamos muy seguros de nada), no solo de
los hechos que acontecen, sino de la historia que marcó la vida de Bogdano. Su
siniestra relación con su padre, por ejemplo, con las chicas, con la educación.
Por cierto, ¿han oído hablar de
la ‘educación híbrida? Pues consiste en educar mediante el error premeditado,
consiste en cambiar las cubiertas de los libros, digamos, leer Raíces creyendo que lees La balada de los ahorcados de Villon.
Distorsionar la realidad, desaprender, erigir una concepción equivocada del
mundo. Y Marín Giráldez es lo que hace: entrar en nuestras cabezas para volvernos
un poco más locos, o sea, hacernos ver que la realidad no es tal. Porque como a
Bogdano, nadie nos ha explicado bien la realidad.
Y ya voy acabando.
Este no-libro, este poema
simbólico y surrealista que parece hablar de todo o de nada a la vez, esta
historia descabellada e irreverente, entre la sesión de espiritismo
psicoanalítica, la alta literatura, el vodevil y la emisión de radio dadaísta,
que parece escrita por Pynchon, Kafka y Alfred Jarry a cinco manos (seguro que
alguno está ya manco a mitad de la salvaje aventura) es una de esas experiencias
extrañas, solamente adecuada para lectores exigentes, que busquen algo más en
la literatura.
El extrañamiento ya no llega
mediante el acumulamiento de intrigas. El extrañamiento posmoderno se inscribe
en la ruptura con la realidad mediante el lenguaje y los juegos textuales. Y
sobre todo, la literatura, como hace esta inusual e inclasificable pieza, debe
ser auto paródica, inteligente y fulgurante. Espero que la reseña no les haya
valido de mucho, y acudan al libro para apaciguar su insana curiosidad.
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