Guardo varios clones en mi armario ropero, nunca se sabe, son
muy útiles.
Los uso
indistintamente, según me convenga. Nadie sería capaz de diferenciarnos, son
copias perfectas de mí. Máquinas elaboradas con la más sofisticada tecnología.
No obstante, los clones presentan sutilezas, sus pequeñas
variantes que los hacen únicos, a pesar de su duplicidad. Uno es muy descarado y
bromista, es el que usé para conquistar a mi actual esposa. Otro inteligente,
profundo, inspirado: es el que escribe estos microrrelatos y se presenta a los actos sociales.
El problema es que uno de ellos es pendenciero y violento y me
obliga a que le deje salir de fiesta de vez en cuando. No hay manera de
retenerlo en casa. Y lo peor es que el otro día se enamoró de una chica y
acabaron en su apartamento.
Resultó ser mi esposa.
Ahí fue cuando
descubrí el engaño, descubrí que la que duerme conmigo muchas noches no es mi
verdadera mujer sino uno de sus clones. Uno de sus más lujuriosos clones.
Me haré el tonto, prefiero que todo siga igual
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