viernes, 30 de mayo de 2014

MODO LINTERNA, SERGIO CHEJFEC



MODO LINTERNA


                                                                  SERGIO CHEJFEC 


                                                                 CANDAYA, 2014

Cuando me enteré de que Sergio Chejfec inauguraba su gira de presentaciones por las tierras murcianas, sentí que se cumplía una especie de destino parecido al de alguno de los paseantes de sus novelas. Así que, ese mismo día, unas horas antes de la presentación, aproveché para deambular por las calles de Murcia, imaginando el momento del acto literario, instalándome en el futuro a través de una narración mental con la que me proyectaba felizmente a un estado de literatura consumada. Por supuesto nada ocurriría como yo imaginaba, pero esa es otra historia.

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Aunque tarde, ya está instalándose en España la buena costumbre de leer a Chejfec. Un autor único que despliega una literatura inspirada en los espacios, en el viaje por el mundo de un modo casi mágico, telúrico, intuitivo, virtual.
Si Cortázar hacía a sus personajes rayuelescos desplazarse por París de un modo aleatorio, alucinado e irracional, Chejfec provoca que sus criaturas, a veces él mismo (o un narrador, no estamos muy seguros) se muevan por el mundo, por los pliegues de la realidad, con un procedimiento más calculado, siguiendo una lógica premeditada y tan específica que llega a transmutarse en invocación a la metáfora, al viaje iniciático, al cuestionamiento de la realidad. El viaje externo, casi siempre con un paralelismo con el interior, puede ser por una ciudad de los Estados Unidos, sobre la nieve o por un cementerio de París.

Sergio Chejfec y Pedro Pujante


Cuando presentó Modo linterna en Murcia Chejfec nos explicó su deuda con Saer; también que no encontraba mucha diferencia entre el cuento y la novela, tan solo la extensión, que en el relato había decidido abandonar la historia un poco antes, eso era todo. Este matiz explica, en parte, la narrativa chejfequiana, porque lo menos importante es muchas veces el argumento. Hay digresiones, retórica, explicaciones cargadas de profundidad y sutileza y un uso del lenguaje tan preciso y afilado que nuestra perplejidad hace que nos abstraigamos, que nos sintamos desplazados a esos márgenes tan dilectos del narrador; y que por un momento la literatura cobre el estatus de verdad única, de sendero privilegiado más allá de toda explicación teórica o argumentativa.
En este conjunto de narraciones sorprende ese viaje de unos personajes en busca de la tumba de Saer, sombra tutelar de Sergio Chejfec. Pero más sorprendente es esa aventura a través del tiempo para hallar las pistas que un joven Cortázar dejó en su correspondencia. Las guías telefónicas servirán esta vez de clave para traspasar la frontera entre los dos tiempos que separan al aventurero de su buscado cronopio en Buenos Aires.
Otro autor que se desliza de un modo natural en uno de estos curiosos cuentos es Vila-Matas, quien a su vez ha incluido en más de una ocasión al mismo Chejfec en sus novelas. La anécdota sería banal si no fuese por lo bien contada que está y porque los personajes son quienes son.
La literatura de Chejfec puede servir para ilustrar cómo se ha de escribir. Sus relatos son ejercicios de estilo cuidados que nos hacen pensar en la labor más técnica del escritor.
Yo no sé si Chejfec es el mejor narrador hispanoamericano que conozco, pero tengo mis sospechas de que podría serlo.

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