VIGILIA DEL ASESINO
JOSÉ ÓSCAR LÓPEZ
EDITORIAL CELESTA, 2014
Las dos últimas obras de José Óscar López se empeñan en
demostrarnos que los seres que se resisten a dormir tienen algo que contarnos. Los monos insomnes es un libro de relatos en el que hay literalmente homínidos
que se despiertan en la madrugada para fraguar sus insólitas peripecias; y ahora este último poema en el que un asesino
desvelado, probablemente José Óscar, es, eso espero, una metáfora de ese homicida
insomne que recorre el universo, desposeído de voluntad, en busca de un sueño
que le otorgue la llave celestial a su ‘nuevo mundo’.
El narrador, el aedo, trasmutado simbólica y simbióticamente
en un flâneur posmoderno, cruza
las ciudades y el tiempo en su poética ensangrentada y espasmódica. Las urbes
de este asesino insomne son limítrofes con la demencia, la obsesión; están
pavimentadas de delirio y de un raro y bello lirismo. Si Dante hubiese vivido
en este siglo hubiese dividido el infierno, nos avisa López, no en círculos
sino en rotondas. También es posible que si Homero hubiese nacido en nuestro
tiempo habría tratado de consignar su mundo a través de una odisea pesadillesca
y laberíntica, repleta de hallazgos visuales y la exacerbada plasticidad que hallamos
en este Vigilia.
Un poema-río-volcán-carretera-laberinto que nos disloca pero
a la vez, lentamente, nos va dando las claves para hallar un destino. Oscuro,
enigmático y paranoico por momentos; pero también, lúcido, vital y esclarecedor.
Giros poéticos que nos trasladan de la
vigilia al sueño, un sueño del que el narrador habrá de despertar para afrontar
su propia realidad.
Infiernos cotidianos, lisérgicos, oníricos. Posmodernidad
recién inventada y original pero que nos recuerda algunas imágenes de Foster
Wallace, impactantes escenarios del
subconsciente cercanos a Cărtărescu o fogonazos distorsionantes de un film de
David Lynch.
La lectura de este poema urbano, fabricado de versos,
asfaltos e intuiciones convierte nuestro mundo en un lugar inhóspito. Un
desasosiego postnuclear parece acecharnos y a cada verso nos sentimos
transportados por los vericuetos extraños de un cosmos enloquecido. Tan
enloquecido e hiperbólico, tan irreal y distorsionado que cualquiera que se
aventure en él, constatará que está fabricado de las cenizas y el plástico de
nuestras más inquietantes pesadillas.
Presentación del poemario en el Museo Ramón Gaya. De izquierda a derecha: Rafael González, J.O. López e Isabelle García |
Hay movimiento en la obra de José Óscar. En sus relatos, a
través de mundos deshabitados, ciudades
distópicas, galaxias inciertas o limbos. En Vigilia
del asesino, el viaje que vertebra sus 21 ‘arcanos’, no nos engañemos, es
interno. Es un trayecto de ida al infierno de cada lector.
Un libro en el que es fácil entrar pero del que un desprevenido
caminante difícilmente encontrará la puerta de salida.
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