martes, 5 de marzo de 2013

RESEÑA DE EL DIABLO A TODAS HORAS DE DONALD RAY POLLOCK

Aquí os dejamos la reseña aparecida hoy en La Opinión sobre la novela El diablo a todas horas de Donald Ray Pollock que publica de manera exquisita Libros del Silencio



Escribió Dante Gabriel Rossetti al acabar de leer ‘Cumbres Borrascosas’: ‘La acción transcurre en el infierno, pero los lugares, no sé por qué, tienen nombres ingleses’.  Esa misma sensación, pero esta vez,  en coordenadas norteamericanas,  se obtiene al leer ‘El diablo a todas horas’ de Donald Ray Pollock (1954), autor tardío que parece haber heredado la tendencia a lo perverso y escabroso de su compatriota Cormac McCarthy. El autor parece ser que conoció de primera mano el mundo de las drogas y la sordidez. Trabajó como obrero y camionero hasta los cincuenta años, edad en la que comenzó su fulgurante carrera literaria.
Con un estilo sobrio, preciso, sin concesiones y directo nos presenta en esta primera novela (ya había publicado un libro de relatos titulado ‘Knockemstiff’’) una América en descomposición cuyos personajes son caricaturas funestas de la perversión y el desamparo. Unos personajes, que no obstante, aparecen bien delineados, con verosímiles claroscuros, y que muestran su desnudez existencial.
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El diablo a todas horas es, además, un catálogo de perversiones, no apto para espíritus sensibles, de extrema dureza y aguda perspicacia analítica. Pollock desmenuza el lado más oscuro del alma humana y lo expone en una suerte de episodios que se van entrelazando a lo largo de la novela. Un recurso que no deja de recordar El villorrio de Faulkner, con el que también comparte los polvorientos escenarios, los enjutos personajes y el macilento sol de una América profunda, sucia e inhóspita.
Sexo, fetichismos, exhibicionismo, pederastia y tantas otras filias son el abanico de depravaciones en las que los personajes de esta obra se sumergen para expurgar la carga de sus fallidas vidas. Porque a la postre, los fanáticos, los deprimidos, retorcidos y psicóticos protagonistas de El diablo… no son más que víctimas de sus circunstancias, de sus miedos, de su entorno, de sus angustias. Sobre todos ellos sobrevuela, como un ángel negro, la religión. Un cristianismo fanático, de herencia puritana, que convierte a sus acólitos en víctimas culpabilizadas. No obstante, Dios se vislumbra lejano, como una imagen borrosa. Encontramos un predicador que cree escuchar la voz de su Creador, otro que disfruta desflorando jóvenes feligresas atemorizadas por el pecado. Hay una pareja de psicópatas que recorren las carreteras en busca de su próxima víctima. Hallamos a un excombatiente que sacrifica animales en un sórdido altar en el que reza a Dios para que cure a su esposa enferma. Un depravador paralítico, un niño que aprende la violencia como forma de vida.
Sin embargo, a pesar de tantos momentos de terror,  desamparo, dolor y violencia, el buen lector sabrá captar la maestría de un gran autor. Se vislumbra un lirismo que coloca a Pollock en la lista de esos escritores que enganchan desde la primera página, con una contundente  voz propia y que se alejan de los tan odiosos lugares comunes por lo que transita hoy la literatura de masas.



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