viernes, 27 de julio de 2012

DÉJA-VÙ: UNA RESEÑA


Nos hallamos ante una antología de relatos breves de factura fantástica. Una fantasía cercana al Realismo Mágico;  historias, a veces, impregnadas de una sutil atmósfera onírica. Historias  donde lo dual, en muchos casos,  no sólo es  hilo argumental o  temático, sino obsesión que se desliza y despliega hasta sus máximas consecuencias. El tema del doble, del doppelgänger es exhaustivamente desarrollado en relatos como El espejo de tiempo. En este breve cuento, el narrador, un joven estudiante, tiene un encuentro fugaz  con su  futuro yo adulto. Esta pavorosa visión será posteriormente, en su vejez, contrastada con la visión de su yo adolescente.  Las dos visiones, distantes en el tiempo son, en  realidad, la misma. Ambos recuerdos en la  vejez del protagonista se solaparán demostrando la porosidad de la memoria y la fragilidad de la identidad. Un juego de contrarios, narrador joven-narrador anciano, pasado-futuro al que asistimos desconcertados. El mismo tema del otro se vuelve a abordar en Las dos vidas de Carlos Liaño, un cuento en el que su personaje transita entre dos vidas paralelas, delimitadas por la no muy precisa frontera de la ensoñación y la vigilia. Pero es en La improbabilidad de los márgenes, relato con atisbos de sci-fi,  donde alcanzamos la cota más alta en el asunto del doble. En este cuento no habrá escisión de una persona sino de la ciudad. La ciudad, tema recurrente en algunos de los relatos de la obra, será el escenario y a la vez la víctima de una sociedad moderna y enloquecida que ha optado por dividir, desdoblar los espacios físicos y así provocar un caos que nos recuerda tristemente la precariedad de nuestro propio tiempo.  En Putas virtuales, un relato ubicado en un futuro improbable, el personaje vive asfixiado por un mundo que lo reprime y lo aboca al ostracismo y a la incomprensión. Se subvierten, con cierta ironía, los valores tradicionales, en una clara crítica a la falsa moral de nuestros días, para esbozar un lienzo de las angustias sexuales reprimidas por un entorno hostil.
Se advierte un juego sutil, el de crear atmósferas misteriosas, enigmáticas y oníricas,  donde nada es lo que parece. Es esta estrategia una constante en estos cuentos. Un ejemplo bastante significativo es Fiesta de disfraces. Un relato que linda entre el género gótico y el fantástico y que nos ofrece una situación oscura, ambigua y extraña, un terrorífico baile de máscaras, que obtendrá su sentido último en las líneas finales.
Otros relatos, más cercanos al Realismo Mágico cortazariano podrían ser Hay alguien más en casa. En esta historia, donde  al comienzo se presenta un retrato familiar aparentemente habitual y cotidiano, se van introduciendo paulatinamente datos y detalles, a través de conversaciones y pensamientos de los personajes que irán alterando el orden establecido.  Se sugiere la posibilidad de un “alguien”, un tal Evaristo que existe sólo en la mente enferma de un niño. Pero la imagen va adquiriendo presencia hasta que al final poseerá proporciones y una densidad más que creíbles. Y en esta ambigüedad, donde nada es lo que parece, donde la información sesgada que nos ofrecen personajes-narradores, a veces no muy fidedigna debido a sus peculiaridades, se fragua el dilema realidad-no realidad.  Y es aquí donde se estructura la armazón del relato. Obteniendo, a su término, un artefacto literario compacto, que a pinceladas, poco a poco, línea a línea, nos sumerge en las profundidades densas de su propia naturaleza. Y ocurre que tales fantasías nos seducen y las hacemos nuestras y probables.
Se abordan temas recurrentes como el asunto del doble, la ambigüedad narrativa o un mundo inhóspito y distópico. No obstante, todo el libro mantiene un estilo original, una narración ágil y amena que engancha y subyuga desde las primeras líneas. Esta originalidad es fácilmente apreciable en cuentos como El lenguaje de las musarañas. De forma fantástica y lírica se da cuenta de una relación casi mística; de un lenguaje que se establece entre dos desconocidos desde las ventanas silentes y distantes de sus respectivas alcobas. Y es que, como viene siendo habitual en estos relatos, nunca sabremos si es verdad lo que se nos está contando. No podemos constatar si toda la trama es la mera elucubración de un ser perdido en sí mismo o un hecho que realmente está teniendo lugar. Pero es que al lector nada le importará  dónde se encuentra la frontera que separa la quimera y la realidad. El lector es testigo atónito de un acontecimiento hermoso, un acto de comunicación abstracto que semeja el amor, la poesía o un paraíso cotidiano. Y al final el testigo-lector habrá sido partícipe de la fantasía (de la experiencia, en definitiva) de nuestro triste héroe.
El relato que abre el libro, La ciudad que nos habita, es una de esas rara avis que se dan pocas veces en la literatura. El relato, o narración, o conjunto de fragmentos de voces que confluyen en un hilo argumental aparentemente deshilvanado pero coherentemente estructurado, nos ofrece el testimonio certero de la existencia de un lugar mítico pero cotidiano. Una ciudad infinita, laberinto kafkiano  que nadie habita, salvo quizá los pocos desorientados que de alguna manera han ido a parar allí. Un lugar sin fronteras, donde nunca amanece, ni deja de llover. Un lugar en el que al volver una esquina ya nunca podrás retornas sobre tus propios pasos. Y donde paulatinamente se es invadido, habitado. La ciudad, indefectiblemente te acaba habitando. Todos, nos advierte una de las voces del relato, tarde o temprano, seremos la ciudad. Una metáfora de la soledad y de la alienación del  alma del individuo contemporáneo relatada desde un punto de vista único y privilegiado, a varias voces, con diferentes ritmos y perspectivas que no hacen sino detectar, explorar y ahondar en nuestra precaria existencia. Y en la soledad a la que nos somete la modernidad.
Y es que el autor del presente volumen entiende en este libro que la literatura es divertimento: juego, ambigüedad, incertidumbre  y  combinación equilibrada y dosificada de realidad y fantasía.  Todo es, por lo tanto, posible en estos pequeños universos que  son los cuentos de Déja-vù.  Fantasías autónomas y autárquicas que respiran de forma independiente, que exhalan el aliento inefable de la palabra animada, del argumento insuflado de vida propia e imaginación desbordada.
La alternancia de voces narrativas, mixtura de formas de elocución (muchas veces sin marcas tipográficas); los  estilos directo libre e indirecto libre que pueblan estas narraciones son ejemplos de que los formalismos canónicos pueden ser sustituidos sin caer en experimentalismos de difícil lectura para el lector medio. Hay en este libro un aire renovado y fresco que inunda su lectura.  Pequeñas piezas de narraciones impregnadas de un aire mágico, insólito y original. Una lectura amena, ágil y entretenida que atrapa desde el principio y que  nos conduce hasta un final casi siempre inesperado. Literatura accesible, original y de calidad.
Para acabar leemos Bibliofilias. Un breve conjunto de falsos ensayos literarios y biografías ilusorias de escritores desconocidos. En resumen, una excusa para hablar de literaturas imposibles y de inventar argumentos sobre los que escribir. Escritura, en definitiva, que adquiere la forma, en algunos casos, del análisis literario para dar salida a la imaginación y a la ficción.

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